Dayanne Kruger, artista y mamá. Nacida en Quito hace 28 años. Anhela compartir su arte con el mundo porque creo firmemente que el arte no solo embellece espacios, sino que también enriquece nuestras vidas.
«Durante mi adolescencia descubrí el arte y rápidamente se convirtió en mi refugio. Pasaba tantas horas pintando que mis manos siempre estaban manchadas de pintura y por más que me las lavaba se habían convertido en parte de mí. A pesar de mi amor por la pintura, erróneamente creía que no se podía vivir del arte, por lo que opté por otras profesiones. Sin embargo, hiciera lo que hiciera, siempre volvía al arte. Los colores y los pinceles siempre me llamaban; es algo que simplemente no puedo ignorar.
Un día decidí aceptar que soy artista y darle una oportunidad a mis sueños. Y realmente me ha sorprendido cómo la gente ha acogido mi arte. Es increíble cómo conectan con él y cada obra de arte tiene el poder de transformar un hogar, mejorando el estado de ánimo de sus habitantes. Ahora, nada puede detenerme. Pienso seguir pintando hasta el último día de mi vida.
Anhelo compartir mi arte con el mundo porque creo firmemente que el arte no solo embellece los espacios sino que también enriquece nuestras vidas, evocando emociones, desafiando perspectivas y conectando personas».